Cuando nos cuentan historias de policías y ladrones, suponemos que son dos grupos totalmente distintos, pero -¡Oh, chasco!- no siempre es así.
Unos policías fueron sorprendidos “bajándoles” dinero a unos migrantes centroamericanos que, de paso por nuestra ciudad, pedían ayuda en las vías del tren. La amenaza era sencilla: si no “cooperaban” serían cargados a la cárcel.
Más valdría que los corruptos uniformados les hubieran acercado un kilo de tortillas a estos hombres que apenas sobreviven en su peregrinaje hacia los Estados Unidos, pero no.
Hubo testigos de los hechos pero es muy raro el que se toma la molestia de denunciarlos. Las patrullas de la Policía tienen un número impreso; también traen placas. Con esos datos, la hora y la zona, sus superiores sabrían quiénes fueron.
Se lo plantee a Juan Manuel Márquez Plascencia, director de Seguridad Pública y me pidió los datos. Desgraciadamente, los testigos no me los dieron y dudo que se animen a abrir una queja. Eso es lo que hay que hacer. No quedarnos cruzados de brazos.
Pero los migrantes están todos los días aquí en Lagos de Moreno. Ignoro cuántos sean, pero a mensualmente pasan miles, trepados en el tren. Los que se bajan –por horas, por un día- es porque traen hambre, porque necesitan ayuda.
Hasta ahora no conozco que algún organismo gubernamental, social o eclesiástico haga la tarea de auxiliarlos. Básicamente dependen de la buena voluntad de los automovilistas que cruzan las vías del ferrocarril.
El director de la Policía adelantó que la famosa certificación, la prueba de confianza que les están aplicando a los elementos policiacos lleva más del 60 por ciento de avance. Seguramente no todos las aprobarán. Ojalá que los reprobados sean despedidos de inmediato, porque sólo causan daño a la ciudad.
Hasta donde se conoce, en el operativo montado el miércoles, por la presencia de miembros de la delincuencia organizada en Lagos y Ojuelos, la reacción de nuestra Policía fue adecuada y eficiente. Finalmente, aunque los sicarios no fueron capturados la Policía cumplió “atorándoles”. Que se les hayan pelado, es otra historia.
Pero los habitantes de Cañada de Ricos ya no ven la suya. Muchos quisieran abandonar el lugar pero no tienen los medios. La solución no pasa solamente por mayor presencia policiaca, hace falta que el Ayuntamiento ataque el problema por varios frentes.
Sino pregunten a las amas de casa que, espantadas, fueron a sacar a los niños de las escuelas. Todavía este viernes, algunas instituciones educativas de la zona de la Cañada, Vistahermosa y otras, no acudieron a clases. El miedo no anda en burro.
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