29 de agosto de 2011
¿Somos hipócritas?
Se han reído de mí. Me han tachado de ingenuo. Cuando menos han esbozado una leve sonrisa, de esas que rayan en la compasión. Porqué ha ocurrido. Mi llamada de atención en la columna del domingo, donde expongo algunas razones que provocan que los jóvenes y adultos sean capaces de producir actos tan violentos y atroces como el de Monterrey.
La mayoría de las voces y las plumas en los medios de comunicación claman justicia; no es que yo no lo haga. El que más pide cárcel, castigo a los responsables, desde los autores materiales, pasando por los intelectuales y, muy importante: los funcionarios públicos que pudieran ser responsables –colaterales- de este horror, como los que no hicieron su trabajo y permitieron que se fuera dando el escenario para la tragedia.
Movidos por la presión mediática, autoridades de Guadalajara también inspeccionan ahora y clausuran casinos de juego. Seguramente ocurrirá en otras ciudades, y espero que en Lagos de Moreno los funcionarios responsables del giro, también hagan lo suyo, no sólo con lugares similares instalados aquí, sino con todos aquellos que, por la naturaleza del negocio, reciben muchas personas: antros, bares, salones de fiestas, restaurantes, cafeterías…
No llamo a una cacería de brujas, ni mucho menos al alarmismo. Simplemente que se revise que todo esté en regla para prevenir accidentes. Nada más. Hay que agradecer que comerciantes y empresarios, día con día arriesguen su patrimonio ante la crisis económica mundial y creen fuentes de trabajo para cientos de personas que lo requieren.
Pero no. Insisto que eso puede ser como aquello de “tapar el pozo”… lo más importante es irnos a las causas fundamentales, al origen del horror. Y busquemos por donde busquemos, el inicio está en la infancia y en la educación de los niños.
Un ejemplo: cómo es posible que los adolescentes, estudiantes de secundaria y preparatoria, anden en la calle en horario de clases. Cómo es que niños en edad de primaria puedan recorrer la ciudad sin que autoridad alguna pregunte y averigüe qué hacen, mientras sus padres o tutores. Cómo es posible que un niño no asista a la escuela –obligatoria, según nuestras leyes- y nadie se responsabilice.
Niños y adolescentes en la calle, pidiendo dinero, vendiendo algo, limpiando automóviles o haciéndola de limpiabrisas en los semáforos y… todo sigue como si nada.
Hoy pegamos el grito en el cielo pero ni como gobiernos, ni como ciudadanos hacemos algo diferente para cambiar nuestra realidad. La hipocresía total porque hablamos, hablamos y decimos y… nada más.
¡Y nos escandalizamos por la tragedia en Monterrey! Con todo respeto, como dice la Margara, ¡somos hipócritas! No le demos vueltas.
Preferimos quedarnos enconchados en nuestra falsa tranquilidad, en nuestras mediocridades, en el falso escenario de nuestras responsabilidades inmediatas y exigimos que otros hagan lo que bien podríamos hacer.
“Primero se llevaron a los comunistas, pero a mí no me importó porque yo no lo era; enseguida se llevaron a unos obreros, pero a mí no me importó porque yo tampoco lo era, después detuvieron a los sindicalistas, pero a mí no me importó porque yo no soy sindicalista; luego apresaron a unos curas, pero como yo no soy religioso, tampoco me importó; ahora me llevan a mí, pero ya es demasiado tarde”. Bertolt Brecht, poeta y dramaturgo alemán (1898-1956)
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