La pregunta obligada es ¿hace cuánto tiempo que no visita a sus abuelos? ¿No será que los tiene abandonados? ¿Una llamadita por teléfono? ¿Una visita sorpresa, con un detalle que sabe que lo hará feliz?
Este domingo 28 de agosto se festeja en México el día del “adulto en plenitud” “adulto mayor”… términos gubernamentales para referirse a los ancianos, a los abuelos, o como dicen ahora los jóvenes, los “centenarios”.
Los abuelos son un eslabón con el pasado, con la tradición familiar, con las anécdotas y los detalles que huelen a eternidad. Los padres son el aquí y el ahora, o el futuro. Pero los abuelos conectan a los nietos con las raíces. Les hacen comprender que no vienen de la nada, sino que lo que tienen hoy, lo que disfrutan, está construido sobre el esfuerzo que hicieron otros en el pasado.
Durante años, las familias mexicanas no se entendían sin la presencia de los ancianos. Los niños crecíamos con nuestros padres, pero a la sombra de los abuelos. y parecían omnipresentes. Si los proveedores del hogar tenían que trabajar largas jornadas, no era trágico, ahí estaba la abuela para cuidarnos, el abuelo para disciplinarnos… y ambos para consentirnos.
Ellos eran el pilar familiar y no pocas veces, muchas, pero muuuchas familias sobrevivían gracias a las rentas del abuelo: la finca familiar, sus rentas, su pensión… y en Lagos de Moreno y la zona alteña, los viejos padres se quedaban (¿se quedan?) a cargo de los nietos cuando los padres emigraban a los Estados Unidos, en busca del dinero que en México no se encuentra.
¿Cuántos de nuestros abuelos o bisabuelos no tuvieron entenados? Casi todos. El niño que se crió como hijo, como parte de la familia, porque los padres de nuestros padres simplemente les abrieron la casa de par en par, porque vieron que el chamaco “los necesitaba”.
¡Cómo han cambiado los tiempos! Ahora –salvo honrosas excepciones- el abuelo ya no puede mantenerse económicamente ni a sí mismo, vive en casa de alguno de los hijos (de las hijas, comúnmente) pero ya no tiene el lugar preponderante que tenía en el pasado. Ahora, con suerte, tiene su habitación sí, pero ya no tiene su lugar.
Si viven en su propia casa, están abandonados por hijos y nietos; si viven con sus descendientes, son vistos como una carga. Una persona más a la que hay que cuidar y que no aporta nada.
Este domingo, cuando menos, los que aún tienen un abuelo, una abuela, o ¡los cuatro! Tienen la oportunidad de cambiar su historia personal; dejando a un lado el celular, la televisión, los juegos electrónicos, pueden acercarse a los abuelos y convivir como nunca.
Una comida familiar, una sencilla salida a un parque, un antojo –quizá una nieve de la Brisa- trasladarlos a visitar a un amigo o pariente, -seguramente tan viejo como nuestros abuelos-, simplemente hacerles compañía y escucharlos.
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