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15 de julio de 2011

Actorazos de la función pública


Las llamadas a misa son para quien quiera oírlas. Y atender una crítica siempre será voluntario, y de acuerdo a nuestro talante, formado con los años y las múltiples experiencias.

La mayoría de las personas somos reacias a escuchar consejos, y quizá sea una actitud correcta cuando somos autocríticos y nos desempeñamos en la iniciativa privada.

El problema es cuando estamos en la función pública y nuestras acciones tienen que apegarse a la normatividad y también al escrutinio social. Ahí cambian mucho las cosas.

En nuestra ciudad hay funcionarios públicos realmente veleidosos, que actúan como estrellitas.

El cargo o la función pública les han caído como anillo al dedo para desempeñar un papel estelar. Han llegado sus quince minutos de fama y no piensan desperdiciarlos…

Esos famosos quince minutos de fama pueden ser los tres años de administración o una semana, quince días o un mes.

El histrión-funcionario público, convertido en el más experimentado de los teatreros, celoso de su deber, intenta llevar al público al cenit de la emoción, haciendo y deshaciendo en el escenario que tenga disponible, no importándole –ni mucho menos- sus compañeros ni, por supuesto, lo más importante, el actor principal, que sería en este caso el jefe político: el presidente municipal.

Estos actorones funcionarios, realizan sus chafas telenovelas en cualquier escenario disponible, aunque hay que decir que muchos de ellos no escatiman esfuerzos y recursos económicos para montar sus tablas.

Claro, los recursos económicos salen de las arcas públicas. No son productores que inviertan un solo peso propio. No arriesgan nada.

En pocas palabras, puras estrellitas marineras, a costa del erario y del pueblo.

Y como sé que estas líneas son como una llamada a misa, pues no hay muchas esperanzas, salvo que… el mero mero o su equipo compacto tomen cartas en el asunto y les pongan un hasta aquí.

Porque estas estrellas fosforescentes atraen mucho la atención, si es cierto. Logran su cometido, pero su iniciativa echa a perder el trabajo institucional. Echa por la borda los esfuerzos de muchas personas serias que laboran bajo programa, sobre objetivos claros y precisos, sin improvisaciones.

Estos malabaristas fantoches –que de servidores públicos no tienen nada- tratan y maltratan a la gente como si fueran instrumentos –de hecho los usan como instrumentos- y luego de sus fechorías, transas y fraudes, desaparecen de la ciudad como por arte de magia. Nadie los vuelve a ver en una larga temporada, hasta que creen que sus actos han sido olvidados y vuelven a la carga.

Aparecen año con año y nuevamente reinicia la historia.

Ojala haya voluntad de controlarlos o de plano de echarlos de su escenario-paraíso, donde solo sirven a sus propios fines.

Ojala este ano no les permitan coronarse y desaparecer sin responder por sus shows… perdón, sus hechos.

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